miércoles, 13 de junio de 2012

SEXO Y AFECTO

Uno de los más serios problemas del armario para los gays 60+ ha sido la dificultad para poder establecer verdaderas relaciones afectivas. Mientras que los héteros siempre fueron animados por familia y sociedad a "sentar la cabeza" y casarse o algo parecido, los gays podían ser descubiertos como tales si se atrevían a vivir con alguien en una relación estable, lo que suponía ridículo, rechazo familiar, aislamiento y quizás persecución.

La combinación de presión social externa y homofobia internalizada sumó a partir de los 70 del siglo pasado un elemento ambiguo: la idea de que la liberación sexual daba la posibilidad de vivir libremente, sin trabas y sin sujetarse a los viejos patrones de pareja, que se veían como algo limitador, conservador, impropio de la vida alegre de los gays.

Muchos hombres 60+ vivieron en pareja de todos modos, superando los prejuicios como pudieron y rechazando una promiscuidad que nunca estuvo hecha para todos, pero otro buen número quedó prendido en una situación en la que sus necesidades afectivas eran satisfechas por familia (cuando esto era posible) y amigos, mientras buscaban sexo anónimo en un mundo subterráneo y a veces bastante sórdido.

La normalización de la homosexualidad como variante tiene, entre otros muchos beneficios, la ventaja de poder establecer y hasta oficializar una relación entre dos personas del mismo sexo, pero esto llega tarde para muchos mayores, tan acostumbrados a separar sexo y afecto y aún tan reticentes a cualquier reconocimiento real de su situación, que rechazan indignados la clasificación de "gays" y hasta critican el matrimonio igualitario, a veces con argumentos rancios y otras con un falso progresismo transgresor tras el que se esconden el miedo o el resentimiento.

Hay también héteros para los que nunca estuvo hecha la vida de pareja o que viven en lo que vulgarmente se conoce como "morbo", pero muchos gays fueron condenados a esta situación sin quererlo y ahora no siempre son capaces de salir; como el preso que no puede acostumbrarse a la libertad. Es una lástima, porque no hay edad límite para amar y la separación de sexo y afecto supone menos cantidad y calidad de ambas cosas según se crece en años, pero hay personas que nunca serán capaces de dejar la jaula en la que ahora siguen sin guardián que los vigile.

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