lunes, 11 de junio de 2012

RECONQUISTA Y DIVERGENCIA

Uno de los fenómenos más interesantes de nuestro tiempo, si dejamos aparte la interminable y obscena crisis económica, es lo mucho que se habla otra vez de Iglesia y lo poco que se habla realmente de religión. Cuanto más se cita lo que ha dicho el papa o este o aquel obispo, menos caso se hace de la espiritualidad y sí mucho de las implicaciones políticas de una institución cuyo sentido es cada vez menos claro en el mundo moderno. Puede que la Iglesia Católica quiera "reconquistar" el terreno perdido en España o Irlanda, pero sus deseos chocan con la realidad de que la sociedad entera, empezando por muchos que aún se consideran católicos, diverge cada vez más en costumbres, creencias y prácticas de lo que una jerarquía fosilizada insiste en imponerles.

Al hablar de esto es posible que venga inmediatamente a la mente la moral sexual, obsesión principal de unos obispos que llevan una guerra perdida contra la mujer y sus derechos y contra cualquier clase de desviación de una ortodoxia casi patológica, pero la divergencia social es mucho más básica: la Iglesia Católica aparece cada vez más como una estructura de poder fría, lejana, detentadora de privilegios sin fundamento y perseguidora de muchos de sus propios fieles con considerable mezquindad. También aparece como claramente identificada con una opción política concreta, lo que a la larga no es beneficioso ni para ella ni para el partido en que se apoya, aunque ambos crean que les conviene la alianza.

La afluencia a cultos, procesiones y devociones es engañosa porque muchos de los que acuden a estos ritos lo hacen por costumbre o simple superstición, sin que tales cosas les hagan más obedientes o sumisos, pero los que no acuden los ven cada vez más como algo igualmente mecánico, lejano, supersticioso y finalmente irrelevante y folclórico, cuando no irritante.

El apoyo vaticano a grupos secretistas y fanáticos tampoco es un signo alentador; tal vez sirvan para influir, manipular y hasta arrancar concesiones, pero generan una enorme desconfianza y nula devoción. No es creíble que la mayoría de la sociedad se afilie a estos cenáculos, pero es posible que la mayoría de los católicos que queden acaben captados por una u otra de estas tendencias, lo que contribuirá aún más a su aislamiento.

La Iglesia Católica en algunos países tradicionalmente dominados por ella, como España, se aproxima rápidamente a una seria crisis, sin que su provecta jerarquía parezca darse cuenta: la elevada edad de los sacerdotes, la falta de renovación de los mismos, la indiferencia de la mayoría de la población y la conciencia de que goza de indebidos privilegios económicos y de otra índole anuncian una profunda revisión de su situación que sin duda depende también de los ciclos políticos, pero ya se sabe que hay ciclos para todo y para el cambio político también.

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