lunes, 22 de marzo de 2010

A la "Lagerfeld"


Ser gay a la “Lagerfeld” es sensacional, pero espero que su (mal) ejemplo no cunda entre los esclavos de la moda y el ambiente, aunque no creo que haya mucho peligro. No todo el mundo puede permitirse ser personaje de relumbrón, miembro de un grupo privilegiado y habitante de un ambiente enrarecido en el que las dificultades de los humanos comunes se ven como lejanas.


Los gays tipo Lagerfeld rechazan cualquier clase de identidad homosexual, lo que no es extraño, puesto que se trata de personajes que son o se creen especiales en todo. Creo que este literalmente envarado y afectadísimo personaje (sin quitarle sus méritos artísticos) resume la posición de otros famosos similares. Según las declaraciones que ha hecho a la revista “Vice”, el matrimonio es “burgués”. “En los sesenta se reivindicaba el derecho a la diferencia, ahora, de repente, todos quieren una vida burguesa”. He aquí un pretexto progresista que yo he oído a muchos que han pasado a ser conservadores.


Sobre los hijos afirma que “para mí es difícil de imaginar. Uno de los papás trabajando y el otro en casa cuidando a los niños ¿Cómo sería eso para el bebé? Lo que sí veo más es a lesbianas casadas con hijos. Además, creo mucho más en la relación entre una madre y su hijo que entre un padre y su hijo”. El sexismo de esta afirmación es tan evidente y demuestra tan palmaria ignorancia de las muchas familias actuales en que el padre cuida a los hijos, bien por estar solo, bien porque así lo prefiere, que no necesita ninguna discusión.


Lagerfeld tampoco entiende que algunos “hagan un drama” de su homosexualidad. “No lo entiendo. No es un problema. No existe. Para mí nunca lo ha sido. Cuando era un niño y le pregunté a mi madre sobre la homosexualidad, me dijo ‘Es como el color del pelo. Algunos son rubios y otros morenos. Nada más’”.


Lagerfeld, que tampoco ha votado nunca, rechaza cualquier tipo de relación con el movimiento gay y ve la homofobia como algo ajeno a su vida personal. “Nunca he conocido algo así. No me ha pasado a mí ni a nadie que conozca”. ¿A quién le asombra que en el mundo de la moda nadie le haya rechazado nunca? ¿Cómo puede ser objeto de homofobia un personaje que siempre va en limosina y avión privados rodeado de acólitos?


Lagerfeld manifiesta no acostarse nunca con las personas a las que ama. “No quiero hacerlo porque el sexo no puede durar, pero el cariño sí”. Para tener sexo, Lagerfeld prefiere a los prostitutos de lujo. “Creo que es lo saludable. Y los ricos se lo pueden permitir. El resto necesita el porno”. El hombre se retrata en estas afirmaciones con las que compadece a todos los que no son ricos y famosos y confiesa su evidente incapacidad de amar.


Esta postura o una parecida es la que mantienen bastantes homosexuales homófobos que en la política, la iglesia y las artes se expresan de forma similar. Casi todos se sienten incómodos por una publicidad y normalización que tarde o temprano los obliga a manifestarse. Todos se consideran inclasificables, únicos y lejanos del vulgo, por lo que a menudo colaboran con los estamentos más reaccionarios.


Siempre he admirado la creatividad de este hombre como diseñador, pero como suele suceder con actores a los que uno admira cuando dicen las palabras de otros, pero que todo lo estropean cuando pronuncian las propias, más vale no prestar atención a opiniones propias de niño mimado siempre acostumbrado a recibir y nunca a dar.

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