domingo, 2 de noviembre de 2014

LA FAMILIA COMO ENTELEQUIA

En el continuo juego de afirmaciones y negaciones a que se dedica el Vaticano, el Papa Francisco hizo hace pocos días una encendida "defensa de la familia", en la que aprovechó para descalificar las uniones entre personas del mismo sexo como "no-matrimonios". Está en su derecho y sólo repite lo ya oído innumerables veces, pero ¿qué tiene que ver esto con la familia y su defensa?

Familia es un concepto impreciso y cambiante, puede referirse a un grupo de cosas y a agrupaciones de individuos animales o humanos unidos por vínculos biológicos o simplemente legales, pero cuando se habla de "defensa de la familia" se está afirmando una ideología concreta que pretende definir la palabra de modo reduccionista y ceñida a una visión social muy concreta: un matrimonio legal (mejor, religioso) entre hombre y mujer, indisoluble en lo posible y dedicado a la reproducción.

Esta imagen simplista no se ha correspondido nunca exactamente con una realidad compleja y matizada en diferentes culturas, épocas y clases sociales, pero la emancipación femenina, la liberación de las costumbres sexuales y la autonomía reproductiva de las mujeres la han reducido a una imagen sepia, desenfocada y abstracta. Cuando se "defiende la familia" desde estas perspectivas ultraconservadoras se está en realidad tomando síntomas por causas y las medidas que se proponen no van en beneficio de las madres, los padres, las parejas, los hijos  o las paternidades responsables, sino en pro de una cierta apariencia que halaga o tranquiliza a hipócritas, integristas y personas con medios y que pretende imponer un código moral concreto aunque sea contra razón y a sabiendas de que no se cumplirá.

El divorcio, por ejemplo, no deshace familias sólo constata su disolución, igual que el matrimonio legal no forma familia real alguna si sólo se trata de un contrato huero celebrado por razones espúreas.

Una mujer india, casada con un hombre fuertemente presionado por su familia a contraer matrimonio, sospechaba que podía ser homosexual, de modo que llenó la casa de cámaras ocultas, fingió un viaje y comprobó más tarde con sus propios ojos que sus sospechas eran ciertas. Despechada y furiosa lo denunció a la policía y, como en la India sigue vigente la ley británica anti-sodomía, el hombre (y el compañero filmado en el proceso) se arriesga a una larga pena de prisión.

Este caso real es el ejemplo perfecto de que leyes como ésta, siempre propugnadas por "defensores familiares" varios, sólo reprimen y castigan, pero ¿qué defienden?... La mujer se ha quedado sin un marido que la engañaba, víctima resentida de él y de sus suegros, cuya insistencia en casar al hijo tenía más que ver con sus prejuicios y preocupaciones sociales que con ninguna otra cosa, el hombre pasará por un infierno judicial y posiblemente carcelario por no haber resistido a las presiones familiares y por haber querido mantener las apariencias, es decir por el miedo que lo dominaba. Todo el mundo será muy infeliz y ninguna familia se beneficiará por ello, pero algunos todavía insistirán en que esto es lo justo, lo decente y lo "familiar", mientras que si se reconoce que existen orientaciones sexuales variadas y ¡oh tabú! se legisla concordemente, todas las familias quedan amenazadas. ¡Alabemos la ilógica!

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