domingo, 23 de febrero de 2014

IGNORANCIA NATURAL

Es posible que tanto el cardenal Sebastián como la concejala del PP de algún sitio, como los muchos tertulianos de las emisoras de derecha o de ultraderecha que aún repiten ideas trilladas y descartadas, como que la homosexualidad es "defecto", "enfermedad", "susceptible de tratamiento", etc., sean a veces sinceros y se lo crean al menos en parte. Por supuesto que también les gusta creérselo porque eso va de acuerdo con sus ideas político-religiosas y es más frecuente adaptar principios morales a los prejuicios propios que tender a eliminar prejuicios por influencias éticas, pero hay que darles el beneficio de la duda y pensar que son sinceros; ignorantes, pero sinceros.

Ninguno de ellos es un científico serio, eso desde luego. Ni siquiera los curanderos con títulos de psicología o psiquiatría que se anuncian como curadores. Estos son más bien aprovechados que quieren hacer dinero a costa de fanáticos, o fanáticos con deseo de dominio y condicionamiento de víctimas, porque ningún científico serio tiene hoy día la primitiva idea de "naturaleza" que suele aducirse cuando se habla de la "anormalidad".

Todavía hace unos 100 años podía parecer racional que, si había básicamente dos sexos biológicos, se sintieran forzosamente atraídos con el fin de reproducir la especie y que, todo lo que no fuera así debía tomarse como desvío, carencia, vicio o maldad, porque se consideraba que la naturaleza era una máquina perfecta o tendente a la perfección, cuando no creada directamente por un dios que había hecho las cosas exactamente como debían ser.

Sin embargo, no hay que llegar a la física cuántica para darse cuenta de que lo que parece evidente no siempre lo es. Cualquier observador mediano se da cuenta de que en el mundo visible hay tantas excepciones que en realidad hay que aceptar su existencia como "normal". Muchas culturas antiguas precientíficas aceptaban la diferencia y la justificaban con leyendas o como parte de la costumbre, mientras que el progreso de la investigación moderna ha demostrado que la supuesta racionalidad y tendencia a objetivos claros de la naturaleza en general solo está en la cabeza de los que intentan forzarla dentro de sus parámetros ideológicos.

Tomar la mayoría por norma obligatoria ha sido enfermedad común en la vida social. Me acuerdo muy bien de cuando se castigaba o incluso se ataba a los niños zurdos para obligarlos a usar la mano derecha, porque usar la izquierda era "vicio", mala costumbre, mala educación y otras justificaciones que ocultaban los prejuicios prehistóricos unidos a la preferencia manual.

La religión, como refuerzo normativo que es de lo ya aceptado en una sociedad, suele sumarse en las condenas con una agravante: una vez esclerotizada en dogma tiende a quedarse desfasada de la sociedad que le dio origen y a convertirse en un obstáculo, pero muchos de sus miembros y jerarcas repetirán hasta morir los principios que aprendieron y que han sido condicionados para tener como evidentes, aunque la evidencia científica vaya ya por otra parte. Galileo es un ejemplo, pero la homosexualidad es otro: según el cardenal Sebastián debe ser tratada como su hipertensión, pero esto no es más que la falsa analogía acientífica de alguien que tiene que mantener un principio moral abstracto y, como tantas otras veces, ni siquiera debe considerarse como una opinión ética respetable porque no viene de reflexión racional respaldada por investigación, sino del prejuicio dogmático puro y simple. En el caso de la joven concejala que espera "que algún día se encuentre la cura" solo proviene de la ignorancia.

No hay comentarios: