viernes, 21 de septiembre de 2012

TORMENTAS FRANCESAS


Francia es un país con más contradicciones de lo que se ve desde afuera, especialmente desde España, mal acostumbrada a autodevaluarse siempre. Resulta contradictorio como un país muy laico, uno de los primeros que se atrevió a separar realmente la iglesia del estado a principios del siglo XX (lo que pasó en la Revolución de 1789 no cuenta porque fue revertido después), se enfangue en discusiones bastante extrañas sobre la conveniencia o no de la igualdad del matrimonio para personas del mismo sexo, con una ley propuesta que ni siquiera incluye la posibilidad de acceso a la reproducción asistida para parejas del mismo sexo. Resulta igualmente contradictorio que la jerarquía católica francesa, bastante discreta casi siempre, se haya lanzado a la batalla con armas y bagajes y que esto parezca tener eco en una sociedad muy alejada en la práctica de cualquier religión. Pero hay que decir que en este aspecto, como en otros, hace mucho que Francia no está en la avanzadilla del progreso, sino que más bien se deja llevar por otros con bastante desgana.


La sociedad francesa es mucho más conservadora de lo que algunos ingenuos suponen al tomar la literatura de adulterio o el teatro de boulevard como verdades sociológicas o al creer en el París de las películas. La Francia profunda, la "vieille France", es  bastante más grande de lo que parece y es un país tradicionalista, impregnado de catolicismo aunque este no se practique, en seria crisis de identidad y con mucho miedo a cantidad de cosas: minorías inmigrantes de los suburbios, globalización, gitanos, cesión de soberanía a Europa, etc., pero al mismo tiempo carece de soluciones alternativas, Estados Unidos, Alemania o Suecia son modelos envidiados a veces, en algunos casos también temidos, pero nunca seguidos de verdad. La mayoría de los franceses es consciente de que su país ya no es una gran potencia y de que no puede volver a serlo, pero de momento parecen querer refugiarse en el recuerdo del pasado y no en mirar al futuro o en la simple reacción.

La posición de la jerarquía eclesiástica es en cambio perfectamente comprensible: su lucha en Francia en solo un capítulo más de su radical animadversión a la igualdad de las personas LGTB allí donde se plantea, porque una vez que no puede imponer su fe a todos, quiere seguir imponiendo dogmáticamente costumbres para conservar un cierto poder y una cierta ascendencia sobre poblaciones muy descristianizadas. Los apocalipsis sociales que anuncia son, claro, una exageración, pero su problema es que sabe que no sucederán, que la sociedad se acostumbrará a ver casarse parejas del mismo sexo sin que se hunda el mundo y que esto socava su ya débil situación.

Por cierto que el Cardenal Barbarin, prelado de Lyon, iglesia primada de Francia, ha dicho que el matrimonio igualitario no debería discutirse puesto que no lo ha sido en ninguna "gran democracia europea" como Alemania o Italia. España es ignorada, supongo que por inferior, Gran Bretaña, donde ahora se discute, por hereje y los otros países como Holanda, Bélgica y los escandinavos porque no son grandes... ¡hablemos de nacionalismo!....

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