martes, 11 de septiembre de 2012

IGNORANCIA CIENTÍFICA

Se está repitiendo mucho, no solo en España, que es necesario cambiar el sistema productivo y que hay que tender hacia uno más tecnificado y capaz de producir más tecnología y mayor sofisticación de servicios. Esto no es de dudar, dada la competencia de los países emergentes, pero en vez de fomentarlo con más y mejor educación se sabotea con recortes indebidos o con espejismos del estilo de "Eurovegas", que prometen manás para traer a cambio unos pocos dólares, bastante posible corrupción y otros males que pueden costar más de lo que aportan.

Pero muchos políticos y otros responsables, no solo los españoles, hacen gala de ignorancia y desprecio por la ciencia en general, como si se tratase de algo propio de empollones o sabios distraídos y algo cómicos o, también en algunos casos, se niegan a enfrentarse a prejuicios y actitudes anticientíficas (o absolutamente anticulturales) difundidas entre sus votantes sin más razones que la superstición.

Los medios de comunicación tienen también su parte de culpa por la superficialidad, la exageración y la deformación con la que a menudo se tratan temas serios y por el eco que se da a rumores sin fundamento, como el que ligaba vacunas y autismo sin más autoridad que la de un orate que había afirmado tal cosa sin prueba alguna.

Hay una parte de la población que se siente amenazada por la tecnología porque tiene la impresión de que se aparta o va en contra de la naturaleza. Es una actitud con larguísima tradición: Horacio ya cantaba las loas de una vida campesina idealizada para contrastarla con la vida urbana de la Roma clásica y no fue el primero, pero el rechazo acrítico de la ciencia y sus consecuencias suele llevar a la creencia en los supuestos beneficios de terapias "naturales", energías indemostradas, poderes mentales y otras pamemas que en el mejor de los casos son inocuas y en el peor francamente peligrosas.

Los estudios serios suelen demostrar la falsedad de creencias basadas en suposiciones, como se ha hecho últimamente con la idealizada mejor nutrición de los alimentos llamados "biológicos" (como si todos los demás no lo fueran). La producción de estos alimentos puede ser aconsejable por razones ecológicas, pero no hay que verlos como la panacea y solución para la humanidad con la exclusión de toda otra cosa, pero esto es lo que a veces se predica en este y otros temas.

Las sinrazones anticientíficas tendrían menos peso si la educación en la ciencia fuera mejor y más general, pero creo que seguiremos con la contradicción de una población que maneja teléfonos más inteligentes que ella y que utiliza una sofisticada tecnología de la información para difundir estupideces y mantener viejas supersticiones.

En lo que a mí y a este blog nos importa ¿saben muchos clérigos y bastantes beatos que la homosexualidad no está considerada enfermedad mental por los profesionales, que no es contagiosa y que se ha demostrado que la orientación sexual no es cambiable? Tal vez lo sepan, pero no lo creen porque prefieren ignorar la evidencia para encastillarse en sus prejuicios. Hay que seguir dando gritos para que se enteren. 

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