sábado, 11 de agosto de 2012

COSAS DE NIÑOS

Una de las objeciones más aducidas contra el matrimonio igualitario es la de que dos personas del mismo sexo no pueden procrear, que se trata de una unión estéril. Sensu contrario, allí donde el matrimonio igualitario es un hecho, las parejas del mismo sexo sienten una cierta presión para tener familia, bien sea por medios naturales bien mediante la adopción, como si en ambos casos se diera por sentado que un contrato matrimonial lleva consigo la compulsión ineludible de tener descendencia, la "obligación" social de criar hijos.

Esto les parece muy lógico tanto a los homófobos como a los bienpensantes, pero no tiene en realidad lógica alguna y menos aún en nuestros tiempos: dos personas del mismo o diferente sexo se unen porque se quieren o se necesitan y porque al ser humano no le suele gustar la soledad, pero no en todos los casos ha existido la posibilidad o la voluntad de tener hijos, ni en el pasado ni en el presente. Los hijos en las sociedades agrícolas eran una "inversión" que permitía a los campesinos cultivar más tierra y daba la seguridad de que los padres serían cuidados en su vejez, a los nobles de la sociedad preindustrial les permitía tener un heredero y colocar los sobrantes en puestos de la corte o el ejército que les garantizaran prebendas e influencia. No era fácil sobrevivir solo y sin familia antes del siglo XIX, a no ser que se ingresara en un convento o algo similar. Pero los hijos, y especialmente las hijas, se representan a menudo como una carga insoportable y no deseada en muchos casos más allá de un cierto número, pero la posibilidad de planificar la natalidad en el pasado era muy limitada.

Como los conceptos culturales evolucionan muy lentamente, aún hay muchas personas en todo el mundo que tienen ideas poco realistas sobre la población humana, fanáticamente suscritas por ciertas religiones que parecen creer que sus dioses necesitan billones de almas a su servicio y que la obligación de los humanos es proporcionárselas, sin importar demasiado la calidad de vida de los cuerpos, así como la insoportable carga que se hace sufrir a un planeta cuyos recursos se agotan rápidamente.

En las complejas sociedades urbanas del presente criar y educar hijos es de hecho un trabajo que excede en mucho las capacidades económicas e incluso mentales de muchas parejas, condenando a un buen porcentaje a la inadaptación, la marginalidad o una vida muy precaria. Por otra parte, la idea de que la población debe aumentar constantemente para garantizar pensiones y cuidados a los viejos, mantener el consumo y garantizar el crecimiento económico es todavía casi un artículo de fe, pero con una longevidad creciente, una mayoría en buena salud y densidades ya muy elevadas es simplemente insostenible a medio plazo. Pocos se paran a pensar que la primera y principal causa del calentamiento global es el enorme número de humanos; la racionalización de muchas cosas puede disminuir la generación de gases, pero nada mejorará radicalmente si la población sigue aumentando.

El mundo no necesita más gente, pero sí que la que hay viva mejor en general, lo que no será el caso de continuar como hasta ahora. Hay gays y héteros con profundo sentido paternal y me parece muy bien que críen hijos, pero hay muchas parejas de todas clases que no sienten inclinación o deseos a las que no se debe criticar por ello... más aún, hay muchas personas que no deberían nunca ser padres y que sin embargo lo son con catastróficas consecuencias.

No hay comentarios: