lunes, 20 de agosto de 2012

IRRELEVANTE PERO MENOS

Un artículo de El País del día 19 de agosto ponía de relieve la gran caída de la fe y la práctica religiosa en España en las últimas décadas. Algo que demuestra la escasa religiosidad de la que yo me hacía eco en anteriores posts de este blog. Que un 24% de la población confiese no tener religión alguna y que del 73% que aún se confiesa católico genérico apenas practique un 18% debería hacer pensar a una jerarquía poco acostumbrada a hacerlo, pero ¿para qué? La iglesia católica española no parece estar excesivamente preocupada por su falta de popularidad, por la desconfianza u hostilidad que despiertan los obispos y por el masivo alejamiento de la mayoría de la población de sus doctrinas y directivas, y no lo está con buenas razones, porque sigue protegida por una estructura política cobarde o colaboracionista con la que está profundamente imbricada.

La iglesia española tiene problemas serios a corto y medio plazo, especialmente la disminución de feligreses, de sacerdotes y de personal en general, pero apenas corre peligro como institución, puesto que los sucesivos gobiernos siguen haciendose eco de sus exigencias, especialmente económicas, está bien infiltrada en el estado como grupo de presión/poder fáctico y sabe movilizar a sus adeptos y recurrir a la amenaza o el chantaje cuando es necesario, de modo que puede seguir mirando los toros desde la barrera y hacer como si los problemas sociales tuvieran poco que ver con ella.

Que su presión es eficaz lo demuestra el Sr. Ruiz Gallardón con su reforma de la Ley del aborto, por ejemplo, puesto que fuera de los círculos religiosos integristas o del 18% de practicantes no ha habido demanda social alguna en favor de cambios muy poco favorables a la capacidad de decisión de las mujeres, pero el actual abrumador dominio de una derecha muy poco moderna le viene a la arcaica institución como anillo al dedo, puesto que no solo siempre se ha identificado con ella, sino que se vale de la hipocresía y la doble moral de amplias capas de conservadores para imponer sus normas sectarias a la totalidad de una población que todavía parece paralizada por la sorpresa y despistada en cuanto al camino a seguir.

La fe es una cosa y la iglesia otra: las creencias católicas pueden estar deslizándose hacia la irrelevancia, pero la enorme organización eclesiástica es bien relevante como lobby, en la educación de las clases medias y como censor último de leyes y costumbres, dispone de considerable poder mediático y en los últimos años se ha dedicado a una masivo registro de propiedad inmobiliaria casi equivalente a una nueva amortización... ¿Por qué preocuparse, pues, si con una simple minoría se puede interferir en la política general en beneficio propio?

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