viernes, 28 de octubre de 2016

LA IMPORTANCIA DEL TESTAMENTO Y...

Bill Cornwell y Tom Doyle fueron una pareja durante la friolera de 55 años, durante los que vivieron en una casa de Horatio Street en Nueva York. Un vecindario entonces modesto en el East Village, lleno de artistas y bohemios. La casa pertenecía a Bill, y el valor de la misma fue aumentando, según se iban los artistas y los bohemios, hasta los 7 millones de dólares actuales en los abultados precios del inmobiliario neoyorquino.
Pero como todo tiene un fin, Bill murió con 88 años y dejó a su compañero viudo con 85. Tal vez porque eran artistas, tal vez porque eran muy mayores, tal vez por ignorancia, el caso es que no se habían casado como hubieran podido hacerlo ya hace años en Nueva York.
Bill había hecho un testamento en el que dejaba la casa y todo su contenido a Tom, pero ¡Ay! tampoco se había preocupado de hacerlo con un abogado y como se debe, sino que lo había redactado él mismo y lo había hecho firmar por un testigo, sin saber que, según la ley vigente allí y en casi todas partes, hacen falta dos testigos para que el testamento sea válido.
El resultado es que el testamento de Tom es inválido y que los sobrinos de Bill han visto el cielo abierto y la manera de quedarse con unos jugosos 7 millones de dólares.
El asunto está en los tribunales, pero lo más seguro es que a sus 85 años Tom sea desahuciado de la casa donde ha vivido toda la vida y que tenga que recurrir a una residencia para pasar sus últimos años, porque al precio que está la vivienda en Nueva York es simplemente imposible que se plantee siquiera buscar un alojamiento.
La moraleja es que las leyes están para algo y que, en este caso como en tantos otros, la ignorancia de la ley entra en los límites de la estulticia, porque supone la diferencia entre vivir bien y vivir mal, tener derechos o perderlos. También nos enseña el caso que no es ni sano ni posible vivir aislado y sin recurrir a profesionales de la medicina, el derecho o la simple amistad, como sin duda ha pasado en este caso, porque tantos desatinos para acabar en la calle no son una simple casualidad.

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