domingo, 23 de diciembre de 2012

EDUCARSE LA VISTA

Uno de los grandes problemas del exceso de imágenes que nos inunda, de la ahogante publicidad y de las técnicas modernas que todo lo afinan, es que acaban por estragar el gusto de casi todos y nos cuelan en el inconsciente un modelo de "belleza" inhumana por ultra-perfecta, ajustada a patrones manidos y convencionales que aproximan las mujeres a la muñeca Barbie y los hombres al soso Ken.

Aunque patrones y modelos han existido siempre como visiones ideales, las imágenes no estaban antes tan omnipresentes, el arte, especialmente el gran arte, enriquecía la realidad con alguna imperfección y el artista, pintor o fotógrafo, siempre intentó ver la belleza patente o escondida en un sinnúmero de variantes, lejos del aburrido standard de un concurso de Miss Universo.

Hay mucha gente bella que sufre por tener alma y no parecerse al plástico inanimado de las maniquíes, pero todos hacemos sufrir al no apreciar lo que tenemos delante, la mujer de curvas generosas con el tipo de ánfora griega, la gracia gatuna de la que es un poco masculina, el chico femenino que se mueve como un bailarín, la solidez de un trabajador esculpido angulosamente y con imperfecciones, el viejo delgado con una nube de pelo blanco y nariz de águila... para el que sabe mirar los seres humanos son admirables en su variedad y casi todos tienen algo que ofrecer, con cualquier tipo y con cualquier edad, más cuanto más tengan dentro.

Hay mucha belleza descabezada por críticos atrabiliarios que se erigen en jueces del gusto ajeno y que actúan como los bárbaros que mutilaron las estatuas antiguas, pero a menudo el más ciego es el que se cree más esteta.

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