domingo, 9 de agosto de 2015

LIBERTAD, BOICOT Y CRÍTICA

Una de las libertades más preciadas de la democracia es la de expresión. Sin libertad de palabra, obra, creación artística etc., no hay posibilidad de ejercer una libertad real. Pero esto quiere decir que la tienen todos, tanto los de nuestra tendencia como los de la contraria.
Yo creo que esos desagradables obispos que hablan contra derechos y personas deben tener la libertad de expresar sus reaccionarias ideas, y los que las defienden de atacar sus sinrazones. Prohibir una idea, por mala que sea, es peligroso, porque se sabe donde se empieza, pero no donde se termina, de aquí que las exageraciones de la corrección política puedan suponer a veces autenticas camisas de fuerza que reprimen expresiones que no por reaccionarias dejan de ser legítimas.
La creación artística debe ser también libre, incluso cuando se hace una película o se escribe un libro que interpreta hechos históricos. Se puede discutir la obra y su interpretación del pasado, pero lanzar un boicot contra ella sólo porque no nos gusta o porque pensamos que es una interpretación errónea supone en la práctica contraponer un dogmatismo a otro.
Viene esto a cuento de la reciente tormenta desatada por el trailer de la película “Stonewall”, que narra los hechos de la famosa rebelión de 1969 en Nueva York. Parece que ha producido mucho enfado en algunos sectores que no se ponga como exclusivos protagonistas a varios transexuales de piel oscura, y que la figura central parezca ser un chico blanco, personaje más o menos de ficción.
La película no es un relato totalmente histórico porque falta documentación detallada sobre hechos y personas de aquellos días, es absolutamente favorable a la causa LGTB y pretende hacer entender cómo y porqué la comunidad LGTB se concienció y comenzó a actuar políticamente. Seguramente no es exacta, seguramente es una interpretación de su autor…. ¿pero eso quiere decir que hay que boicotearla porque no ensalza suficientemente a varias drag queens de piel oscura?
Estamos nuevamente ante reacciones excesivas y enfados que conducen a muy poco. Es meritorio que un autor haya hecho algo así y, desde luego, podemos discutir lo que ha hecho, pero entre discutir y derribar hay una gran diferencia.

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