viernes, 22 de junio de 2007

Obispos inquisitoriales


Mucha gente de mi edad recuerda como a los prelados retrógrados se les denominaba "preconciliares" en la época en que Juan XXIII inició una apertura de la Iglesia Católica que pasó rápidamente y que sólo ha dejado reformas menores. A la vista de la brutal, desmedida y rencorosa reacción de los obispos españoles durante estos días, o de lo mismo en Italia con la abortada discusión sobre derechos para parejas homosexuales, habrá que convenir que, con o sin concilio, una religión que se pretende de amor resulta más bien ser un pozo de odio sin fondo.

La Iglesia Católica ve bien la homofobia. Los obispos españoles llaman descaradamente a la rebelión en contra de una asignatura de Educación Cívica, similar a la que existe en muchos estados democráticos, sobre todo por que en ella se describen los diferentes tipos de orientaciones sexuales y de familia, las leyes que los regulan y se educa en contra de la homofobia. Esto es intolerable para un obispo español y equivale a "desviar la conciencia moral del sujeto". De aquí a decir, como los malvados y ridículos gemelos polacos y su ministro de educación, que la homosexualidad es transmisible y que puede aprenderse en la escuela sólo hay un paso.

Para un obispo español es mejor que no se hable en absoluto de temas de los que ellos sí pueden hablar para condenar, dar sentimiento de culpa y dirigir hacia una "cura" de descargas eléctricas, administrada por algún "psiquiatra" de su elección. También es lógico que los que reconozcan en ellos mismos una sana homofobia la puedan ejercer discriminando, despreciando o dando palizas a homosexuales. La Iglesia Católica siempre ha dicho que la verdad no puede ponerse a la misma altura que el error.

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