sábado, 28 de abril de 2012

ABRAZOS DE FELINO


¿Se han fijado ustedes en los leones?… cuando apresan una gacela la abrazan de una forma que parece cariñosa, pero la están ahogando para devorarla, es decir, que sienten por ella el mismo cariño que nosotros por un bocadillo cuando tenemos hambre. Pero los leones no mienten, son carnívoros y deben cazar para vivir, muy al revés que la jerarquía católica que habla de amor cuando quiere decir odio y se acerca a los "infieles" a los que desprecia, y que antes hasta mandaba a la hoguera, cuando la estrategia así se lo dicta en pro de un objetivo a alcanzar.
De los jerarcas católicos no hay que esperar sinceridad alguna y tampoco demasiada ética, aunque se les llene la boca con la palabra "moral"; su reino es tan poco de este mundo que, menos para conservar privilegios, parecen vivir en otro paralelo dotado de lenguaje y principios diferentes. Están todavía frescas las absurdas, insultantes y homófobas declaraciones del obispo de Alcalá (ver post anterior) y el portavoz de la Conferencia Episcopal Sr. Martínez Camino vuelve a repetir como disco rayado que la iglesia no odia, no discrimina, no apunta, etc, … a los homosexuales… ¿No? Pues no lo parece, porque últimamente no hablan de otra cosa y con inquina reconcentrada.
Todavía estaba hablando el Sr. Martínez Camino cuando Antonio Mennini (en la foto), nuncio papal en el Reino Unido, sale con la idea de que el lobby católico debe unirse con protestantes, judíos conservadores e islámicos ídem, para impedir a toda costa que el gobierno conservador (¡oh Dios mío!) británico acabe igualando los derechos de todos y haga posible el matrimonio entre personas del mismo sexo sin llamarlo de otra manera... Si esto no es odio que venga Dios y lo vea.
La actual obsesión eclesiástica con la homosexualidad por encima de casi cualquier otro problema da para mucho análisis que no vamos a hacer aquí, porque de lo que se trata es de ver cómo esta institución pretende seguir dictando su particular agenda a toda la sociedad, una agenda confesional y dogmática, por encima de la evolución social, del consenso científico y de la voluntad de los parlamentos. La Iglesia retuerce el lenguaje para llamar libertad a la opresión, amor al odio y respeto al desprecio y, no tan indirectamente, fomenta actitudes homófobas que pueden acabar en acoso y violencia.
Lo he repetido muchas veces, pero lo diré una vez más: la principal característica de estos sujetos es la absoluta falta de caridad, lo que supone también la ausencia de cualquier amor auténtico. Lo demuestran con los homosexuales y también con sus propios fieles, a los que niegan hasta los derechos más fundamentales, como a la Profesora Galera, contra la que el obispado de Almería ha llevado una batalla judicial carísima (y que pagaremos todos) para poder echarla de su trabajo porque… se había casado con un divorciado.
La moral ante todo, aunque esté privada de cualquier ética.

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