martes, 15 de abril de 2008

Los Parásitos


La revista “Alba”, muy bien avenida con la jerarquía española, en su campaña de odio y difamación contra el colectivo LGTB, trata de “demostrar” en su último número que los homosexuales en general son “parásitos”, puesto que no tienen hijos, mientras que reciben pensiones, cuidados en la seguridad social y otros beneficios gracias a las “familias” que sí los tienen, especialmente las más numerosas que, por tener más hijos, son las que más contribuyen a la sociedad.
Tan peregrino razonamiento viene acompañado de otras afirmaciones tan falsas como que los homosexuales ganan más dinero y están favorecidos positivamente por las leyes, que les “conceden más derechos” que a los no homosexuales.
Que esto venga de una iglesia en la que el clero está obligado al celibato y en el que éste se considera una virtud ya es bastante contradictorio, pero su argumentación es tan grosera que se ve con claridad lo que pretende: enardecer a convencidos y proporcionarles unas cuantas frases lapidarias con las que insultar o agredir cuando llegue el momento. A los demás apelativos poco agradables puede unirse ahora el de “parásito”.
Simple homofobiaSupongo que entre los homosexuales habrá vagos y aprovechados, como los hay entre los héterosexuales, pero al menos los que yo conozco trabajan para ganarse la vida y pagan los mismos impuestos que todo hijo de vecino. Claro que algunos ganan más que otros porque trabajan más, están mejor preparados o tienen más suerte, pero no creo que haya ningún caso en que les suban el sueldo por arte de su orientación sexual, más bien lo contrario: hasta ahora han tenido que aguantar buen número de prejuicios, pérdidas de empleo y otros obstáculos y violencias, por el sólo hecho de la misma.
Por otra parte ¿quién dice que los homosexuales no tienen hijos? Hay muchos que los tienen biológicos y un buen número que los desea o desearía tener, aunque no fueran de su sangre, pero claro está que en este caso la misma opinión que los tilda de parásitos los acusa de perversos. Ya se sabe que las familias no bendecidas por la iglesia son son tales, sino horribles contubernios de los que nada bueno puede salir.
Me recuerda esto la propaganda nazi que, contra toda lógica no fanática, presentaba a los judios alternativamente como culpables del comunismo soviético y del capitalismo angloamericano.
Hablar de parásitos es peligroso, porque también habría que plantearse muy seriamente la utilidad del clero, al que todos, queramos o no, tenemos que seguir manteniendo para que continúe difundiendo estas doctrinas tan caritativas, pero que contribuyen a que las agresiones homófobas violentas se hayan multiplicado a la misma velocidad que las manifestaciones y las pancartas clericales.
Claro que los obispos no quieren que se pegue a nadie, igual que no querían quemar herejes en el pasado: ellos sólo calificaban y el estado encendía la pira; ahora también califican y otros actúan.

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