Un error que se comete fácil y frecuentemente en todas las sociedades es el de legislar “en caliente”, es decir, con precipitación ante señales de alarma social. Da igual que se trate de democracias o dictaduras, porque en las primeras los dirigentes del momento temen perder elecciones, mientras que en las segundas cuesta poco establecer medidas populares y populistas.
Pero las leyes son sólo una parte del cambio social y no producen efectos inmediatos, aunque sí pueden producir rápidamente efectos secundarios que no se ven en el momento de establecerlas. Las dura legislación anti-droga en los Estados Unidos, por ejemplo, ha llenado las prisiones hasta un punto imposible, con gente que en su mayor parte no sería considerada delincuente en otros lugares, pero no ha impedido que se sigan consumiendo estupefacientes y euforizantes sin tasa.
Es también muy irreal pretender que una legislación positiva, como la que existe sobre la violencia doméstica y de género, suprima radicalmente estas lacras. Ni el más optimista puede imaginar una prevención y una vigilancia tales que eviten siempre los brutales actos de los energúmenos que cometen uxoricidios, infanticidios y otros crímenes.
Aunque hemos progresado mucho, la desigualdad de género sigue siendo una realidad, y todas las sociedades, incluso las más avanzadas, están aún impregnadas de un machismo patente o sutil que sólo con mucha educación, mucha constancia y mucha militancia se puede ir limando hasta que desaparezca…. y no olvidemos que los sentimientos agresivos de algunos machos (a menudo porque se sienten inferiores en otros ámbitos), tienen su correspondencia en los sentimientos de inferioridad de muchas mujeres, educadas desde niñas para someterse.
Está bien indignarse cuando se leen noticias de esta clase, pero no basta con echarse las manos a la cabeza, sino que hay que seguir insistiendo para que la sociedad entera vea estos hechos como reprobables siempre, y expulse de su seno a los que así actúan.
Desgraciadamente esto no sucederá de la noche a la mañana y aunque seamos muy intolerantes con el delito, tenemos que ser muy pacientes en nuestra lenta labor día a día, porque impaciencias y gritos sólo dan sensación de impotencia. Paso a paso, gota a gota, las sociedades cambian… si todos nos empeñamos en ello.