Una de las mayores falsedades que propalan los que tanto odian a los homosexuales o a los que simplemente son algo diferentes de los demás, es decir, los fanáticos de diversos pelajes, es que las leyes como la rusa contraria a la "propaganda de modos de vida no tradicionales", no van en contra de nadie sino a favor de "los niños", abstracción absurda que oculta el verdadero fin represivo de tales leyes. Yo me acuerdo como si fuera ayer de un día que en la Playa de la Concha de San Sebastián, con apenas ocho o nueve años, estaba jugando en la arena muy distraído con mis fantasías habituales y, como era normal sin prestar demasiada atención al conjunto de adultos que había a mi alrededor entregados a sus aburridas labores de cotilleo, lectura, conversaciones insustanciales y otras cosas sin interés, como el besuqueo que se daban un chico y una chica que me parecían muy mayores, aunque seguramente no pasaban de los veinte. Yo los había visto, claro, pero ni eran los primeros que veía, ni era algo que me pareciera medianamente digno de atención… hasta que dos mujeres, que ni siquiera estaban en bañador, sino muy mal vestidas de negro, por luto o porque iba de acuerdo con su carácter, empezaron a hacer aspavientos, a hablar en voz muy alta para ser oídas y lanzar miradas asesinas a la pobre pareja.
-¡Delante de los niños!… ¡Qué falta de vergüenza!… ¡Adónde vamos a llegar!…
Estas afirmaciones y exclamaciones farisaicas iban acompañadas de gestos de asco, miradas al cielo, que no lanzaba rayos castigadores contra tanta inmoralidad y preguntas retóricas acerca del porqué no intervenían las autoridades para poner coto a semejante corrupción de menores. Yo, que era el menor en este caso, recuerdo muy bien que me quedé bastante perplejo ante la exageración, sin entender muy bien a qué venía aquello, porque desde luego no me sentí corrompido en lo más mínimo, ya que la idea de besar a una chica me era completamente extraña, aunque entendía que eso era lo que hacían los novios.
No es de extrañar que los cuervos españoles, como los de "Hazte Oír", los norteamericanos de NOM y los franceses de la "Manif pour tous" jaleen las leyes rusas, puesto que su fin es el mismo: silenciar lo que rechazan para devolverlo al armario y, una vez en él, tildarlo de anormal, inmoral, degenerado y criminal. Si no se ve no es "normal", si no es normal debe ser malo y lo que es malo se condena.
El problema para estos retrógrados es que resulta difícil meter la pasta dentífrica dentro del tubo una vez que ha salido. Lo intentan, desde luego, pero cuando hay una terminología precisa que antes no existía, opiniones científicas sólidas y creciente consenso en en el mundo académico, la reducción de la diferencia a una opción moral conducente a la corrupción de menores resulta increíble y ridícula, tanto como los dogmas cerrados y cerriles en los que se basan los fanáticos para justificar una moral de prohibiciones, tabúes y silencios que está mucha veces reñida con la ética y desde luego con la lógica, aunque ellos la denominen "natural" y afirmen que es, como su creencia, la única verdadera.
De lo que sí tenemos que ser conscientes es de que hay una internacional homófoba y que la homofobia, como el racismo, seguirá existiendo, aunque vaya contra toda razón.
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